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"El juego se había puesto en marcha de nuevo, felicidad en estado puro, natural, volcánico. ¡Que gozada! Era lo mejor del mundo. Mejor que la droga, mejor que la heroína, mejor que el costo, coca, chutes, porros, hachís, petas, hierba, marihuana, rallas, canabis, canutos, anfetas, tripis, ácido, LSD, éxtasis. Mejor que el sexo, que una felación, que un 69, una orgía, una paja, el sexo tántrico, el camasutra, las bolas chinas. Mejor que la nocilla y los batidos de plátano. Mejor que la trilogía de George Lucas, que la serie completa de Los Teleñecos, que el fin del milenio. Mejor que los andares de Emma Phil, la pitufina, Lara Croft, Naomi Campbell y que el lunar de Cindy Crawford. Mejor que la cara B de Abbey Road, que los solos de Hendrix. Mejor que el pequeño paso de Neil Armstrong sobre la luna, el Space Mountain, Papa Noel, la fortuna de Bill Gates, los trazos del Dalai Lama, las experiencias cercanas a la muerte, la resurrección de Lazaro, todos los chutes de testosterona de Schwarzenegger, el colageno de los labios de Pamela Anderson. Mejor que Woodstock y las raves más orgásmicas. Mejor que los excesos del Marques de Sade, Rimbaud, Morrison. Mejor que la libertad. Mejor que la vida."
Jeux d'enfants
Yann Samuell, 2003.
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