Comía poco, dormía menos. Tan sólo pensaba, sin decidirse.
Al fin se levantó y escribió sus sentimientos en un papel,plasmando en aquella hoja su deseos más profundos.
Era una mezcla de escenas imposibles, frases inacabadas
y recuerdos utópicos que jamás sucederían.
Las lagrimas le impedían ver con claridad y emborronaban la letra
pero estaba decidida. Esta vez no se echaría atrás.
Cuando terminó, seco su cara con la manga de la camisa y sonrió satisfecha.
Cogió la arrugada hoja y la echo al fuego.
Miro como se quemaba. Se sintió asesina.
Algo había muerto.